jueves, 14 de mayo de 2009

Uso terapéutico de las células madre

Ha pasado el tiempo de los discursos demagógicos. Hoy sabemos, con rigor científico, que no hay enfermos cuyas vidas estén dependientes de que se permita legalmente descuartizar embriones para que les sean suministradas, injertadas o inyectadas estas células.


Por Natalia López Moratalla Universidad de Navarra
Catedrática de bioquímica y biología molecular

Lo que no es «la cuestión»

El uso terapéutico de las células madre ha surgido, en los últimos años, como un nuevo modo de la medicina: sustituir o regenerar aquellas células destruidas por la enfermedad degenerativa (diabetes juvenil, Parkinson, esclerosis múltiple, etc.) o a causa de un accidente, como el infarto de miocardio o la lesión de la médula espinal. Esta investigación surge y da sus primeros pasos en un contexto muy complejo: el hecho de usar inicialmente como fuente de células madre, las que forman la masa interna del embrión humano de cinco días. En principio, aquellos embriones que son calificados como "sobrantes" de la práctica de las técnicas de reproducción humana asistida; son suficientes para empezar, después habría que producirlos y destruirlos a continuación. Por ello, este campo biomédico de excepcional importancia, ha estado envuelto en el debate sobre la investigación destructiva de embriones humanos y sobre el destino de los que están congelados. Con frecuencia, se reduce y desvirtúa la problemática científica y ética en un simple «embriones humanos para curar enfermedades regenerativas: sí o no». Y se afirma que «millones de diabéticos de todo el mundo confían en las investigaciones con embriones humanos para que no antes de 5-10 años la diabetes tenga solución». Pero la cuestión no es esa.

La ciencia está a otro nivel mucho más avanzado

Una investigación para estudiar enfermedades y buscarles soluciones no puede, ni ética ni técnicamente, tener como material de partida el que conlleve destrucción de vidas humanas. La ciencia está a otro nivel mucho más avanzado. Un ser humano, de menos o de más de 14 días, implantado en el útero materno o congelado, deseado para procreación o abandonado, es un ser humano que nadie puede arrogarse el poder de matarlo para usarlo como medio, por muchos beneficios para la humanidad que se derivasen de ello. Esta no es una cuestión de prejuicios religiosos. Ni la investigación biomédica debe dejarse manipular de opciones o presiones políticas, o intereses meramente económicos.

Ha pasado el tiempo de los discursos demagógicos que usan la sensibilidad de todo buen nacido hacia el dolor ajeno. Las afirmaciones de que «lo no ético es no utilizar las células madre embrionarias para investigar» son mera demagogia. Científicamente no se mantiene en pie que un embrión humano no sea un individuo de la especie humana. Investigaciones rigurosas son contundentes al afirmar que el embrión tiene ya desde su primer día de vida trazados los ejes cabeza-cola y dorso-vientre. Son hechos innegables que se tratan de ocultar cuando se intenta a toda costa, también a costa de la ciencia, desacralizar al embrión humano para poder destruirlo y usarlo tranquilamente. Si un individuo de la especie humana es o no persona, o está en vía de llegar a serlo, no es una cuestión científica; ni lo será o dejará de serlo por muchas declaraciones que hagan algunos científicos.

Rigor científico


Si hace unos pocos años podría caber alguna duda de la necesidad de estas preciadas y polémicas células madre embrionarias hoy sabemos, con rigor científico, que no hay enfermos cuyas vidas estén dependientes de que se permita legalmente descuartizar embriones para que les sean suministradas, injertadas o inyectadas estas células. Es un hecho y no algo simplemente opinable. En primer lugar, contamos con la presencia en la sangre y en la médula ósea, en la grasa y en todos los órganos y tejidos de nuestro organismo, con células madre capaces porque esa es su función propia y natural de regenerar o sustituir aquellas células destruidas o dañadas. En los tres últimos años, y con una frecuencia casi semanal, ha ido conociéndose cómo son y cómo funcionan estas células propias y en muchos casos qué tenemos que hacer para que se sitúen en su lugar propio y cumplan su función. Ciertamente queda mucho por saber de ellas y de su eficacia a largo plazo, pero hoy por hoy su uso no ha presentado aún ningún problema.

Por el contrario, los experimentos con embriones de ratones han puesto de manifiesto que estas células madre embrionarias no pueden ser transferidas a ningún paciente: son tan poco "domesticables" que producen tumores en el organismo en que se introducen y actúan en él demasiado por libre. No vale la pena, ni tiene sentido, seguir por esa vía de convertir célula embrionarias en células del tipo diferenciada e inmadura que ya de por sí tiene el cuerpo y las tiene además situadas en su sitio.

Somos capaces

En segundo lugar, merece la pena continuar investigando con células madre embrionarias y sacándoles sus valiosos secretos. Pero esa investigación puede y debe hacerse en células animales. Y en último término, para aquellas investigaciones que exijan que las células sean del tipo embrionario y además humanas, hoy podemos ya ir a ellas con paz: somos capaces de conseguirlas sin producir ni destruir embriones.

Años de fuerte esfuerzo han dado sus resultados: el 30 de septiembre pasado la prestigiosa revista PNAS publica las impresionantes fotos de células de diversos tejidos derivadas de las del tipo madre embrionarias de una partenogénesis; sin producir ni tocar un embrión humano.







1 comentario:

  1. me parece muy interesante esta información, creo que falta ponerle un poco mas de creatividad a esta pagina

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